martes, 1 de mayo de 2012

Al carajo quiero ser niña de nuevo


Aura Fuentes
Uno se harta de ser adulto, bueno intenta serlo, y es que de pequeño uno piensa que la vida es tan sencilla, ya quisiera volver a esos días en los que solo me preocupaba en llenar mi álbum de estampitas de los Simpson, comprar con un peso la tienda entera, sentirme poderosa y gloriosa con la colección completa de tazos de pokemon, comprar las cajitas de sonric´s solo por el muñequito, temerle a la bruja que vendría en la noche por mí , porque me había portado mal y no a la tesis ni a encontrar un trabajo para poder sobrevivir en la vida.

De pequeña nunca soñé con ser princesa, más bien era de los que la rescataba de una malvada tortugota, bueno al menos lo intentaba porque al final de cuentas el que la rescataba era mi hermano, me gustaba jugar con mi hermano a los caballeros del zodiaco, o a los power rangers, en los festivales del kínder siempre fui la niña que obligaban a disfrazarse de payasito porque su mama no la quería disfrazar de gatito, y en halloween de vampiro porque de nueva cuenta rechazaban disfrazarme de gatito (un gran trauma en mi vida por cierto), yo siempre quise ser la “Gatibula” y mi hermano el “Baman” quería hablar con los gatos, tomar leche en un tazón,  y ronronear por las noches.

En las noches cuando me leía mi mamá, me gustaba cuestionarla sobre porque caperucita iba a ver a su abuelita sola, porque el gato con botas hablaba, porque nunca se derretía el castillo de la princesa de hielo, porque el diablo era malo y rojo, porque era feo el patito feo, hasta fastidiarla y terminara diciéndome “por magia de una bruja buena, ya duérmete”

Mi vida no se complicada en pensar en el amor, a esa edad todo es tan distante, mis parientes no se encargaban de cuestionarme acerca del porque no tengo novio, si no pienso casarme, porque no tengo hijos, quería ser doctora, policía, secretaria, viajar por el mundo, quería ser un gato.

Tenía un patético miedo hacia las estrellas detestaba salir por las noches, pensaba que eran ovnis que noche tras noche me observaban, mis vecinos me aterraban con el fin del mundo, creía que mis muñecas cobraban vida en la noche y jugaban mientras dormía, bailaba todo el tiempo, no paraba de hablar, usaba vestidos y creía que la vida no podía ser más perfecta, pensaba que el futuro nunca llegaría y eso me hacía muy feliz.

Volver a la infancia es imposible, vivir de los recuerdos como ya lo había dicho  en un texto anterior es algo patético, pero es bueno recordar de vez en cuando que alguna vez fui una niña demasiado inocente y extremadamente feliz.

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