martes, 22 de mayo de 2012

Hacer la Tarea


Instruir a los alumnos (estudiantes) en los elementos de la ciencia y desenvolver su talento para que, al salir de la escuela, puedan hacer los adelantos proporcionados a su capacidad, son los dos tipos de  enseñanzas que refiere Jaime Balmes, (filósofo, apologista, sociólogo y político español.) en su libro El Criterio.
            Desde luego el ejercicio de ambas tareas no es nada sencillo, para la primera es necesario imprimir en los estudiantes conceptos, saberes y solo se requiere de conocer las cosas por los libros, pero para la segunda tarea, se precisa también conocer el fenómeno, la cosa.
Hércules, así nombrado por los latinos, Heracles, nombre propio del mundo helénico, es conocido por unos cuantos, desde Disney hasta el pan Bimbo,  su  historia de fuerza, vigor  y  osadía que lo definían, quedó perpetuada en las caricaturas y en graciosas estampitas; sin embargo tengo que destacar un aspecto mayor, el de cuando Heracles hizo la tarea.
Pasó en los días en la región de Nemea, y el corpulento chico (Heracles) iba creciendo en cuerpo gracia y sabiduría,  imitando a los grandes dioses y los grandes dioses lo premiaron. La tarea que fue forjando Heracles, fue algo que consistiera en una ayuda para defenderse, muy al saber de la  descomunal fuerza y su colosal apariencia, el chico necesitó hacer un trabajo extra, una tarea: la maza. Dicen que vieron como  tallaba esta arma con sus manos durante su primer trabajo, que residió en cazar al león de Nemea. Los dioses al ver que el muchachito aplicó los conocimientos que le dio  la vida misma y al notar que era un hombre capaz de ser aun más óptimo, le obsequiaron otras muchas armas,   por ejemplo  Hermes le dijo: −agarra ésta espada y usa pero no abusa del filo pues se desusa−; el arco y las flechas, Apolo le dio, después de unos años los nuevos Heracles, no usarían el arco y las flechas; sino el Arco y la Lira, que nos dará Paz; Hefesto le dio una coraza dorada, redonda y  perfecta, el astro mayor lo miraba con recelosa luz  y  Atenea le regaló un peplo, de una exquisitez tan exacta que ni Liverpool, ni Fabricas de Francia podrían igualar, (Atenea tuvo que ser algo de sastre y después de confeccionar ropa, confeccionó guerreros). Pero Poseidón, que lo poseía todo, como todo un don Juan, condescendió a Heracles un par de caballos, quizás uno bello y bueno,  otro feo y malo.  Como  Platón nos dejó dicho en el Fedro: “El alma es como un carro de caballos alados y un auriga que forman una unidad [...]  Nuestro auriga gobierna a la pareja que conduce; uno de sus caballos es bello y bueno y de padres semejantes, el otro es lo contrario en ambos aspectos.

Y todos estos presentes le dieron a Heracles, por ser buen chico y hacer la tarea.



Hic et nunc Lricardo
  

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