miércoles, 16 de mayo de 2012

Al diablo la universidad, prostituiré a mis amigas



Paloma Ruiz Esparza Puga

“Al diablo la universidad, quiero ser actor porno”; “al diablo la universidad, quiero ser gigoló”; “al diablo la universidad, yo quiero ser una zanahoria”; “al diablo la universidad, buscaré las esferas del dragón”; hace tiempo vi estos títulos en facebook. Son chistosos y a la vez decepcionantes.
        No he hecho la tarea. En realidad no sé cómo hacerla. Dirán que soy floja y que nunca pongo atención a la clase, pero no es cierto. Bueno, cómo explicarlo…
        Laura, mi mejor amiga, fue a un nuevo antro el sábado y no ha parado de hablar sobre cómo se perdió en alcohol y sigue sin entender cómo demonios llegó a su casa; Roberto no deja de darle palmadas en la cabeza a Luis para que le pase la tarea; atrás, en el último asiento a la derecha está sentado el “raro”, ése no habla con nadie y siempre está moviendo su mano extrañamente debajo de su pantalón; en el primer asiento de la tercera fila se encuentra la que se cree diva siempre peinándose y viéndose al espejo. 
        Son las 7:30 y la prefecta entra al salón a gritar como una desquiciada que nos callemos, que parece que estamos en un mercado. Tiene unas gigantescas ojeras que le llegan al comienzo de sus mejillas, su voz suena muy desgastada. Se aleja. Nos callamos por un minuto y volvemos al “mercado” habitual.
        Son las 8:00 de la mañana y la música de los celulares nos obliga a gritar a todos para podernos escuchar. Esto va más allá de un mercado. La prefecta regresa pero ahora con una regla de fierro en mano y una libreta donde apunta las incidencias. Cuando hace esto nos da mucho miedo a todos y logra mantenernos callados por quince minutos después de darnos el aburrido sermón de siempre:
     Muchachos, si no tienen nada qué hacer pónganse a leer… Bla bla bla. Sus papás hacen mucho esfuerzo para pagarles su educación bla bla bla.
        Ya son las 8:45 y al fin llegó el maestro, aunque entramos a las siete de la mañana. Le pido permiso para ir al baño y me contesta con un aliento fuertemente alcoholizado que vaya rápido porque nos queda muy poco tiempo de clase. Cuando regreso al salón el maestro ya no está y sólo ha puesto en el pizarrón la tarea para mañana.

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