¡Mamá!

Cecilia Flores Sandoval

Un pequeño cuento basado en una historia real de una casa hogar donde fui voluntaria :)

América hacía tiempo que llevaba una palabra en la mente, una palabra que había oído de un niño en su escuela, a la hora de la salida, cuando todos los autos se amontonaban en la entrada del colegio para recoger a los alumnos. Ella por su parte esperaba la camioneta desvencijada de la hermana María, que la llevaba a ella y a todos sus compañeritos.

En la casa nunca mencionaba esa palabra, la tenía en la boca como una flor que intentaba buscar el sol y se resistía a permanecer en la oscuridad. Era algo que no podía decirle a las hermanas que cuidaban de ella, las veía como sus amigas solamente.

En la soledad de su habitación, donde dormía con todas sus compañeritas, vigilaba la angosta ventana en busca de alguna persona a la cual referirse con esa palabra, pero siempre veía lo mismo: coches, gente caminando y algún mendigo al cual las monjitas ofrecían un plato de sopa.

Un día llegó a la casa una mujer alta y hermosa, con cabello castaño y sonrisa cálida. América bajó las escaleras con curiosidad, las monjitas la recibieron con mucho gusto y la invitaron a pasar. Los demás niños se amontonaron en la sala esperando recibir algún juguete, ya que de vez en cuando los voluntarios llevaban sorpresas para ellos.

La señora llamó a un hombre que estaba estacionando un auto en la calle, ambos miraron a América y hablaron de ella con las monjitas. La niña se quedó en el patio con sus compañeritos y de vez en cuando miraba por el ventanal. ¿Sería ella La persona a la cual le diría aquella palabra que tenía en la garganta guardada como un capullo de flor?

Las monjitas la llamaron al cabo de unos minutos y le dijeron que se despidiera de sus amigos puesto que se marcharía junto a la señora visitante y su esposo. América, con sus escasos cuatro años, se quedó parada frente a aquella dulce figura, sus apretados labios fueron relajándose y con una sonrisa dijo: ¡mamá!