viernes, 25 de mayo de 2012

Se busca a Marquito


Aura Fuentes

Siempre quise ser maestra, fue el sueño de toda mi vida, recuerdo que de pequeña jugaba a la escuelita, mi cama eran los pupitres y todos mis peluches mis alumnos, la puerta era el pizarrón, me pasaba horas enseñándole tantas cosas a mis peluches al final de “la clase” uno de mis peludos alumnos terminaba dándome una manzana de goma y diciéndome “eres la mejor maestra”, era feliz, porque sabía que algún día un niño de verdad me lo diría.

Admito que influyo mucho el hecho de que mis padres fueran maestros en mi pasión por la docencia, adoraba escuchar a papá hablar acerca de sus alumnos que menganito es un genio que si sigue así pondrá poner el nombre de México en alto, que es una pena que Susanito no le eche ganas a la escuela que tiene mucho potencial, que los libros de este año no tienen todo el conocimiento necesario para los niños, etcétera. Veía a mamá desvelarse noche tras noche calificando exámenes leyendo reportes, planificando su clase, me sentía muy orgullosa de ambos. Así que cuando me gradué como maestra, quería seguir el mismo ejemplo de ellos, ponerle todo el empeño para que algún día mis ex alumnos al escuchar mi nombre dijeran llenos de orgullo “Ella fue mi maestra y fue la mejor”

Había recibido la plaza en un pueblo llamado “La solitaria”, mi papá me había dicho que para ser un buen maestro se tenía que sufrir, y eso consistía en alejarse de los seres queridos, en eso estaba de acuerdo con él, fue triste la despedida pero prometí llamarle cada vez que necesitara de su ayuda.

Adaptarme en la “Solitaria” fue fácil todos me trataban con cariño y respeto, sobre todo los niños del salón de clases en el cual impartía por primera vez, sentía que yo podía cambiar el destino de los niños hacerlos hombres y mujeres de bien, demasiada ingenua pero ¿Qué profesor no quiere cambiar el destino de su alumno? Mi papá siempre me decía, lo bien que se sentía ver a un ex alumno triunfar, saber que uno formo parte de su desarrollo académico, yo quería sentirme igual que él, alimentar mi ego como docente.

Me sentía feliz, reafirmaba que yo había nacido para enseñar y que nada podía cambiar mi opinión, pero cuando llego él me hizo dudar.
Marquito era el típico niño problema, nunca acataba las ordenes del profesor siempre buscaba el menor motivo para molestar a sus compañeros, y siempre terminaba retándome, lo habían corrido de su anterior escuela por haber tirado a la profesora de las escaleras, todo había quedado en un “accidente” debido a que Marquito era el mismísimo hijo del presidente municipal, el día que llego al salón de clases de una manera muy altanera me dijo:
- Maestra de una vez le digo que en cualquier escuela a la que yo vaya siempre se hace lo que a mí me dé la gana.
Fue ahí cuando empezó mi tortura.

Marquito siempre llegaba tarde a clases nunca hacia la tarea se la pasaba molestando a sus compañeros a Lupita le pegaba chicles en el cabello, en el recreo siempre le quitaba el lonche a Alex, a Daniel le robaba sus lentes, las veces que intentaba imponer mi autoridad hacia el siempre terminaba siendo reprimida por el director

- Lo mejor será que deje pasar, las travesuras de Marco, maestra
- ¿Pero porque señor director? Marco es un niño extremadamente travieso, alguien tiene que ponerle un alto, si así es de niño imagínese cuando crezca.
- Maestra créame que a mí me encantaría castigar duramente a Marco, pero como comprenderá es el hijo del presidente municipal, eso lo hace intocable, imagínese si lo corremos de la escuela, el presidente le quitaría toda la ayuda a la escuela, lo mejor será que lo siga soportando, el ciclo escolar pasa muy rápido.
- ¿pretende que pase a Marco de grado?
- Por supuesto maestra no quiero tener ninguna clase de problema con el presidente municipal.
No pude hacer nada más que acatar las órdenes del director.

Los meses pasaron, tuve que aguantar todas las travesuras de Marquito, los abusos hacia sus compañeros, sus humillaciones hacia mí, todo. Y cuando pensaba que nada podía empeorar, pues sucedió. Las travesuras de Marquito fueron subiendo de nivel, las cuales siempre eran aplaudidas por su sequito de amigos Glonilda, y Arti.

Empezó a romper el inmobiliario del salón cuando se lo reprochaba siempre me contestaba “A usted que le importa pinche vieja, mi papá lo paga ¿no?” Un día desapareció Tonch, un conejito blanco que era la mascota del salón, a los pocos días apareció colgado dentro del salón
- ¡Maestra, Maestra! Yo lo vi, él fue quien mato a Tonch-, entro llorando Lupita
- ¿Fue Marquito verdad?-, pregunte
- Pues quien más, maestra Marquito es el diablo en persona, usted sabe que yo nunca le deseo el mal a nadie, pero esta vez quiero que le pase algo muy malo a Marquito
- No digas eso Lupita, yo voy arreglar esto no te preocupes-, le dije para después abrazarla.
Esa misma tarde hable con Marquito
- ¿Por qué mataste al conejo?
- Porque si
- El conejito era tan solo un indefenso animalito que a nadie le hacía mal, al contrario traía felicidad a la clase
- Pues a mí me caía gordo, siempre se me quedaba viendo con esos ojos rojos
- No te das cuenta que si te sigues portando igual de mal dios te va a castigar
- Dios no existe maestra, no se da cuenta que es solo una invención para aplacar a la gente
- Eso no es cierto Marquito
- Si es cierto maestra mi papa siempre lo dice y deje de estar chingandome

A la siguiente semana encontraron ahogado en el aljibe de la escuela al gato de Doña Chepis, la dueña de la estancia donde me quedaba, había sido Marquito y sus amigos, después de eso encerraron en la bodega de educación física durante una noche completa a Benjamín, había robado el reloj del director y se lo había puesto en la mochila a Oliver, lo suspendieron por una semana, a pesar de saber que él no había sido el culpable si no Marquito.

Era una tarde calurosa, me había quedado sola en la escuela revisando exámenes, todo era silencioso y calmado, hasta que empecé a escuchar unos gritos y risas provenientes del patio, de inmediato pude reconocer la voz de Marco, aunque no estaba tan segura de quien podría ser el que gritaba, baje hasta el patio, en efecto era Marquito que se encontraba cerca al aljibe, con el estaba Lupita que gritaba y lloraba desesperadamente, el intentaba tirarla al aljibe.

Corrí hasta ellos tome a Lupita de un brazo y la aparte de él, después le di una fuerte cachetada a Marquito
- ¿Estás bien Lupita, te hizo daño?
- Me dijo que si no venía con él iba ahogar a mi perrito como lo hizo con el gatito de Doña Chepis, cuando llegue, dijo que ya lo había ahogado, me acerque y me agarro del pelo y  quería aventarme-,  dijo llorando
- ¡No seas pinche mentirosa Lupe! Era un juego para que se te quitara lo pinche chismosa
- ¡No es cierto!, tú me dijiste que me ibas a matar, por chismosa
- Lupita vete a tu casa yo me encargo de Marquito

Lupita corrió hacia la salida y me quede sola con Marco que se frotaba la mejilla por la cachetada
- Has llegado al límite, no me importa si el director no está de acuerdo conmigo pero a mi clase ya no entras y olvídate de pasar de año
- Usted cree que me da miedo eso vieja pinche, usted es la que debe tenerme miedo le voy a decir a mi papá que me golpeo y que quiso abusar de mi, y de mi cuenta corre que  la quiten como maestra y la metan a la cárcel para siempre, y cuando usted este en la cárcel voy a ahogar a Lupita y nadie me va hacer nada.

Al escuchar a Marco decir eso, un odio se apodero de mí, lo tome del brazo fuertemente lo jale hasta el aljibe y lo avente con todas mis fuerzas, sin darle tiempo de que pudiera salir cerré el aljibe con la tapa de cemento, me senté sobre la tapa, mientras escuchaba los gritos de auxilio de Marquito
- ¡Maestra sáqueme de aquí le prometo que voy a ser niño bueno, sáqueme!
Intento aventar la tapa pero le fue imposible debido al peso de esta y al mío. Finalmente Marquito dejo de gritar, me levante del suelo no quise quitar la tapa para comprobar que se había ahogado.
Me dirigí al salón seguí revisando exámenes, como si nada hubiera pasado.

Hoy me encuentro con Lupita pegando carteles en la calle, para “encontrar” a Marquito, las dos sabemos lo que realmente paso, pero lo callamos, se que algún día lo encontraran, tarde o temprano abrirán el aljibe y lo encontraran flotando en el agua, sabrán que fui yo y me meterán en la cárcel, pero mientras tanto me encuentro aquí pegando carteles por toda “La solitaria”, esperando que alguien “encuentre a Marquito”

martes, 22 de mayo de 2012

La evaluación


 -R-
Las marchas que se han dado por parte de los profesores en los últimos días han sido en respuesta a una evaluación que Gobierno ha querido implantar para “purgar” el corrompido sistema magisterial y proporcionar “educación de calidad” al pueblo mexicano. No entraré en cuestiones de calidad, pero todos hemos llegado a ver que si esto no concierne a Gobierno mucho menos importante es a los ojos y bolsillos de los profesores, en caso contrario, ¿qué problema puede existir con la aplicación de esta prueba?

Lo cierto es que a nadie importa esas personitas que todos mientan con el apodo de “futuro de México”. A nadie es desconocido que quienes ostentan un sitio influyente en el sistema magisterial posicionan a diestra y siniestra a sus allegados y favoritos en puestos para los que no están preparados y que muchas veces no merecen. He ahí la raíz del problema: nadie quiere una prueba para la que no está preparado. Los profesores ya no se preocupan por la educación y ellos mismos no continúan con su preparación como docentes actualizados. La eternización y la criba de puestos educativos ha creado la conciencia popular de que la preparación es innecesaria. El problema con la evaluación es que demostrará que estos docentes inconformes no conocen un ápice de lo que dicen enseñar a los jóvenes.

Yo no sé que venga en esta prueba, pero ya me estoy preparando para un panorama en que el resultado sea que el conjunto de profesores repruebe o, en el mejor caso, pase “de panzazo”.

Los otros


Mis papás me engañan, tienen otra familia.

Esta revelación me llegó de golpe, a los siete años, mientras veía la televisión. A esa edad, me pareció muy lógico: se olvidaban de recoger mis calificaciones, su silla era la única vacía en las juntas y la mayor parte del tiempo llegaban tarde a los festivales y todo lo que recibía a cambio eran excusas. Por eso empecé a sospechar que tenían otra familia.

A los ocho y medio comprendí que no eran excusas, que su trabajo era real. De otra forma no se explicaba que llevaran tanto a casa. Pero eso no eliminó mis sospechas sobre la otra familia. En algún lugar debería estar metida, y yo iba a descubrirlo.

Cuando cumplí diez comenzó a molestarme que compraran juguetes y dulces que no eran para mí. Que conversaran sobre niños que no era yo y dijeran cosas alentadoras sobre ellos. Entonces supe que la otra familia estaba compuesta por ellos, por “los otros”.

A los doce le encontré las ventajas a la situación. Descubrí que “los otros” resultaban más problemáticos para mis papás que yo, así que aunque incumpliera con alguno de mis deberes nunca estuve por encima de los corajes que ellos les provocaban.

A los quince, noté que cada año, para mediados de junio, por alguna extraña razón, mis padres entristecían y era hasta agosto que recuperaban su entusiasmo. Como no encontré otra respuesta, culpe a “los otros”.

Varias veces los sorprendí trabajando hasta noche y los escuché preocupados por “los otros”, por su futuro, por su situación, porque no lograban hacerles entender tal o cual cosa. Fue entonces cuando advertí que “los otros” no eran tan diferentes a mí.

Una tarde, mientras paseaba con mi padre por la plaza, un hombre unos diez o quince años mayor que yo se acercó a nosotros y lo saludó efusivamente. No sabe cuánto le agradezco, le dijo. Usted verdaderamente cambió mi vida; de joven no fui capaz de darme cuenta, pero ahora sé lo importante que son las cosas que quería enseñarnos, concluyó. Seguí la conversación con atención, y con cada palabra iba dándome cuenta de lo trascendental que fue mi padre, no sólo para él, sino para muchos otros. Qué suerte tienes de que sea tu padre, me dijo el hombre antes de despedirse.

La profesión de mis padres no les permitió estar todo el tiempo conmigo mientras crecía, pero jamás me descuidaron. Tenían la labor de adoptar por cierto tiempo a otra familia, y de responsabilizarse por ella. Su misión era guiar a los hombres antes de ser hombres. Su tarea era la de cimbrar y sembrar a los jóvenes. Su vocación: el ingrato y minucioso arte de enseñar.

Confesé, avergonzado, lo que pensé durante tantos años. En cierto sentido tenías razón, me dijo mi padre. Los buenos maestros, los verdaderos maestros, ven en cada alumno a su hijo. La diferencia es que a unos tienes que enseñarles en un muy poco tiempo lo que a los otros les enseñas en toda una vida.

Sabes que es lo mejor, dijo mi padre de regreso a casa, que los hijos no reprueban y siguen en tu clase aunque pasen de año.

Hacer la Tarea


Instruir a los alumnos (estudiantes) en los elementos de la ciencia y desenvolver su talento para que, al salir de la escuela, puedan hacer los adelantos proporcionados a su capacidad, son los dos tipos de  enseñanzas que refiere Jaime Balmes, (filósofo, apologista, sociólogo y político español.) en su libro El Criterio.
            Desde luego el ejercicio de ambas tareas no es nada sencillo, para la primera es necesario imprimir en los estudiantes conceptos, saberes y solo se requiere de conocer las cosas por los libros, pero para la segunda tarea, se precisa también conocer el fenómeno, la cosa.
Hércules, así nombrado por los latinos, Heracles, nombre propio del mundo helénico, es conocido por unos cuantos, desde Disney hasta el pan Bimbo,  su  historia de fuerza, vigor  y  osadía que lo definían, quedó perpetuada en las caricaturas y en graciosas estampitas; sin embargo tengo que destacar un aspecto mayor, el de cuando Heracles hizo la tarea.
Pasó en los días en la región de Nemea, y el corpulento chico (Heracles) iba creciendo en cuerpo gracia y sabiduría,  imitando a los grandes dioses y los grandes dioses lo premiaron. La tarea que fue forjando Heracles, fue algo que consistiera en una ayuda para defenderse, muy al saber de la  descomunal fuerza y su colosal apariencia, el chico necesitó hacer un trabajo extra, una tarea: la maza. Dicen que vieron como  tallaba esta arma con sus manos durante su primer trabajo, que residió en cazar al león de Nemea. Los dioses al ver que el muchachito aplicó los conocimientos que le dio  la vida misma y al notar que era un hombre capaz de ser aun más óptimo, le obsequiaron otras muchas armas,   por ejemplo  Hermes le dijo: −agarra ésta espada y usa pero no abusa del filo pues se desusa−; el arco y las flechas, Apolo le dio, después de unos años los nuevos Heracles, no usarían el arco y las flechas; sino el Arco y la Lira, que nos dará Paz; Hefesto le dio una coraza dorada, redonda y  perfecta, el astro mayor lo miraba con recelosa luz  y  Atenea le regaló un peplo, de una exquisitez tan exacta que ni Liverpool, ni Fabricas de Francia podrían igualar, (Atenea tuvo que ser algo de sastre y después de confeccionar ropa, confeccionó guerreros). Pero Poseidón, que lo poseía todo, como todo un don Juan, condescendió a Heracles un par de caballos, quizás uno bello y bueno,  otro feo y malo.  Como  Platón nos dejó dicho en el Fedro: “El alma es como un carro de caballos alados y un auriga que forman una unidad [...]  Nuestro auriga gobierna a la pareja que conduce; uno de sus caballos es bello y bueno y de padres semejantes, el otro es lo contrario en ambos aspectos.

Y todos estos presentes le dieron a Heracles, por ser buen chico y hacer la tarea.



Hic et nunc Lricardo
  

lunes, 21 de mayo de 2012

Carta a Mamá


Quien diga que la madurez da paso a la nueva perspectiva del mundo, no sabe cuán en lo correcto se encontraba.

Mirar atrás con estos ojos no es lo mismo. ¿Qué ha sido de aquella chiquilla temerosa? Aún existe, sólo, no es la misma.

Hace tiempo, quizá en tu memoria no permanezca, juré jamás querer ser como tú, a cuenta sangre asumo la legitimidad de aquella oración cortante. A ese pesar, la amo, por dar paso al camino a seguir.

A tu lado nada puede pasar, la agonía de la enfermedad se vuelve tranquilidad, ¡cierto! No la puedes curar, mas tu cariño otorga bienestar.

La reparación de cualquier pormenor, personal o material, a tu lado nunca se ha de complicar, debido a la asesoría y conocimiento que has de ofrendar.

Las lágrimas de la soledad, con un lindo curita lo solucionarás, tu dulce abrazo, el más poderoso de tu arsenal, ya que nada lo puede comparar.

Sobresales en y por toda razón, por no existir nada más perfecto que una madre para esta hija. ¡Más tú! Para mí: mujer, amiga, confidente, ley y rival, no hay persona que te pueda igualar.

No es que aquí, tu fruto, no añore tu ideal, simplemente no lo puede alcanzar. A los cincuenta y así te necesitará.

Amada mujer, cáliz de vida, incomparable, jamás duplicable, no he de ser como tú.

Cada día me acercaré, fuerte, cálida, persistente, de gran ideal. Tal cual lo eres pero siempre distinta. Gran mujer seré, bien conducida, orgullosa de sangre y nombre, de ti provenientes.

Y el día fatal de tu partida, leeré estas palabras a mis adentros y hermanos, grabados en corazón y mente de poeta alucinada en mundo de fantasía.

No madre, ma o mamá, si no mami. Hoy y siempre, estupenda e invencible, mujer amada y necesitada a cada instante, a cada suspiro, herida más de una vez por los que ama y protege.

Yo, tu hija, producto de tu esfuerzo, a ti debo y dedico, cada molécula, pensamiento, proyecto realizado… victorias. Estos ojos, que hoy, ven otro mundo. Yo… he evolucionado, no quiero ser como tú, no lo logro, no lo quiero. Seré lo más cercano, lo soy y siempre siendo yo…te admiro, por lo que creaste de mí. Sin ti este mundo no sería igual, no por ser mi madre sino como persona, como ser, como espíritu.

Sin ti, el entorno, cambiaría, y sin mí se perderá un gramo de nobleza, toda aquella de tu origen y certeza.

No quiero ser como tú, no puedo, te admiro… mami, te presento a ésta, yo, y tú por siempre dentro.

jueves, 17 de mayo de 2012

La mejor maestra

Ángel Huerta.

Todos los días, a cada momento, podemos aprender a morir,
a disolvernos en el mar del puro ser.
G. Wehinger.

No hay mejor fecha para recordar a los maestros que hoy, sí, el ahora, no importa si es quince de mayo o doce de enero, todos los días aprendemos algo o al menos de eso se trata. Las grandes enseñanzas las ofrece la vida a cada momento pero a veces somos tan tozudos que nos pasamos la mayor parte del tiempo queriendo alcanzar logros que están muy por encima de nosotros.
La familia, la escuela, la sociedad son colectivos que ayudan en el proceso de aprendizaje, orientan pero no se tiene la obligación de seguir a ojos cerrados esa educación, al contrario la voluntad, los anhelos, ideas y sentimientos personales son los que verdaderamente aportan “algo” interesante a toda esa doctrina colectiva.  
Nutrimos nuestra forma de pensar con las experiencias que nos acontecen, y siempre hay una duda que nos ronda la cabeza al término del día pero no siempre tenemos las agallas o la disciplina para resolver ese problema. Ejemplo de ello es la cuestión de la muerte, sé que no todas las personas van a la cama pensando en la muerte aunque estoy seguro de que al menos la mayoría ha pensado en ella, tal vez por obligación, por diplomacia o por culto pero nadie se escapa.
A últimas fechas hemos dado el último adiós a un gran maestro de las letras Carlos Fuentes reconocido por la elite de los cultos y autor recomendado para los demás. El trágico deceso ha calado hondo en mi pensamiento, no dejo de preguntarme como se vive la muerte.
 Hay muchas concepciones con respecto a la muerte pero hasta ahora no hay (como en todos los temas que verdaderamente vale la pena investigar) una teoría fija que logre abarcar toda su complejidad.
En psicología se habla sobre etapas del morir, como se concibe el hombre cuando sabe que va a morir; en los antiguos pueblos y en algunas religiones se habla sobre la trascendencia del espíritu o del alma; en la filosofía sobre la existencia y la finitud del hombre. Estas  son sólo algunas someras explicaciones que da el hombre frente a la nebulosa idea de la muerte. Creo que como humanidad aun nos falta mucho para poder acercarnos a una posible solución pero también concuerdo con la idea de  Stefan Zweig que dicta así: “No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.”

En el salón de clases

Carmen Medina

La relación comenzó creo con una mirada, yo llevaba falda corta, supongo que eso llamó su atención; cuando pasé al pizarrón sentí su mirar constante, volteé y nos cruzamos en el camino visual, me puse nerviosa, traté de que no se notara, aunque sentí en las piernas un escalofrío agradable y la temperatura de mi rostro bajó hasta mi cadera. Quizá lo imaginé, no quise pensar más. Pero después me percaté de que sus atenciones hacia mí eran las que sospechaba, un pequeño roce en el brazo, la invasión del espacio personal, su insistencia de que yo estuviera cerca de él en el salón, incluso me buscaba en el receso bajo cualquier pretexto. Comencé a tener miedo.
Debo confesar que su intelectualidad y personalidad provocaban algo en mí, pero no era correcto, al menos eso me decía mi madre a veces, "la escuela secundaria es apenas el término de la inocencia", pero yo había visto a muchas chicas hacer cosas malas en los salones con profesores en el tiempo libre.

No soy bonita, mis facciones son rudas, soy morena lo cual ha causado discriminación  en este colegio y fuera de él, con ello baja autoestima, a los trece años nació mi único rasgo de femineidad rescatable, un pronunciado busto, pero no me gusta mostrarlo. Él notó mi pecho y  quien sabe qué más en mí, se esforzó en redactarlo con el toque cursi que le encanta a las mujeres, comencé a recibir cartas de amor traídas por Micaela Ramírez, la chica gorda y fea del salón que nadie nota, hasta yo tenía más gracia que ella.

"Tu figura escondida, tus montes encerrados en esas sábanas divinas, deja que los descubra, deja que mi lengua..."
Mi miedo era al qué dirán, pero tenía unas ganas… y ya sus insinuaciones eran tantas, los halagos tan gratificantes, el secreto tan excitante que acepté casi de inmediato cuando quiso verse conmigo . Nos citamos una noche bajo el puente de la avenida cerca de mi casa, iba a decirle mucho, esperaba que me dijera tanto, pero cuando nos vimos las ganas ya habían esperado demasiado, más que el amor; yo  llevaba la falda de aquel día. Rudo pero tiernamente al mismo tiempo, me puso de espaldas, me agarró con fuerza los senos y me mordió el cuello, bajó un poco mis bragas anticuadas, su saliba me recorría, parecía que llegaba hasta debajo de mi ombligo… comprendí entonces aquello que mis amigas siempre me contaban, lo que era estar mojada, mi virginidad se esfumó mientras yo estaba de pie y él me embestía. Yo ya lo amaba, él ya me amaba, éramos tan infantiles los dos. Él no tenía vergüenza, yo sí. Se sorprendió cuando le invité un cigarrillo, hablamos por primera vez de nosotros.
-¿Qué te gustó de mí? le pregunté -Primero, tus bubis, luego tus piernas, después lo de adentro, y ahora más -rio maliciosamente. -¿Qué vamos a hacer?  No lo sé, pensé que usted… que  tú tendrías un plan.

Me fui a mi casa, me sentía mal, cruda moral creo que le dicen, pensé las cosas. Era ridículo, era imposible… era ilegal. Le llamé y le dije que no podía hacerlo, se le rompió el corazón, pasaron dos semanas y me buscó frenéticamente durante esos quince días.  Me lloró, yo lloré con él, incluso volvimos a coger, en el salón, durante el receso, varias veces, me grabó mamándosela, otra vez el malestar, no podía seguir con eso. Las cosas se salieron de control, me amenazó con el video. Lloré ridículamente porque se había llevado mi virginidad, porque no podíamos estar juntos, porque yo era una boba.

Justo el día en que quise huir de todo, escapar definitivamente de él, recibí una demanda de sus padres y  fui despedida.