martes, 6 de marzo de 2012

De un cuarto propio y sus soledades

Teresa del Carmen Macías Medina


“Que me censuren los que quieran”

En siglo de Woolf las mujeres no podían entrar a la biblioteca sin un maestro, no tenían cuarto propio y por supuesto, el género femenino no solía mantenerse económicamente por sí mismo. Esta autora no estaba tan equivocada al predecir que en cien años las mujeres no serian más el sexo protegido.

En Un cuarto propio Virginia revela que para que una mujer pueda tener éxito (literario y a mi ver, profesional) necesita dos cosas: dinero y un cuarto propio. Mi visión no es del todo distinta, considero que para tener éxito profesional una mujer necesita dinero, un cuarto propio (como símbolo de independencia) y estar sola. Este último aspecto es primordial y céntrico, entre otras cosas, por lo que respecta al tiempo.

La sociedad de hoy nos da y nos exige: a una madre por ejemplo, que los hijos asistan a la escuela, dicha escuela le otorga a los padres de cinco a ocho horas de descanso, sin embargo exige uniforme, material, asistencia a juntas o eventos y en cuanto a interacción, por lo menos supervisión para tareas, lo cual consume dinero y sobre todo, tiempo. En una sociedad ideal (por lo menos en este país), ya sea en el trabajo o en casa, los padres deben otorgar estos preciados de la vida, sin los cuales quien quiera desarrollarse (entiéndase a partir de hora en el ámbito profesional) no podrá hacerlo, es decir: aquellas mujeres que tienen tiempo para dedicarse al ámbito profesional no pueden, o no todas han podido extraer más tiempo para una familia.

Vienen a mi cabeza y seguramente a la de muchos, nombres tan trillados como Sor Juana, Simone de Beauvoir, Charlotte Brontë y sus hermanas, Elizabeth Carter, muchas novelistas más y otra larga lista de mujeres exitosas solteras y sin hijos.

Ellas y las mujeres de ahora siempre han estado frente a una realidad, los hombres, quienes se han desarrollado profesionalmente desde hace mucho al contrario de nosotras, sobretodo por esta causa: el tiempo. Durante diversas épocas las mujeres occidentales se quedaban en casa a cuidar hijos, dedicarse a la cocina y cuidados del hogar; literariamente son pocas las que resaltan, no por nada los estudiantes de literatura tienen más referentes varones.

En cuanto a roles sociales el hombre y la mujer no estaban peleados, simplemente vivían distanciados pues acciones diferentes implican mundos distintos, por lo tanto concepciones dispares, no erróneas.

Entrar en el tema de el hombre frente a la mujer resulta la mayoría del tiempo polémico, en literatura es inevitable de recordar a Nietzsche y los cabellos largos, pero lo que sí puede ser relevante y que a veces se olvida es mujer al lado de hombre. La vida marital es otra de las cosas que para una dama consume tiempo, a veces dinero y sí esfuerzo, sobretodo en este país donde el matrimonio es una necesitad social sino para todos, sí para miles, por que mantener y conservar la unión nupcial es en demasía por imagen social y llega a convertirse o a disfrazarse de deseo personal.

Marie Curie alcanzó éxito profesional, sin embargo durante toda su carrera estuvo soltera, lo que me hace pensar que las bases profesionales más fuertes las adquirió antes de casarse. Obtuvo a unos pocos años de su matrimonio el nobel, sin embargo tras la muerte de su esposo ganó terreno en la Física y dedicó el resto de su vida a desarrollarse aún más en lo profesional, eso sin mencionar que tomó el lugar de su marido dando cátedra en la universidad al fallecer. Su exitosa trayectoria como Físico no fue precisamente acompañada de su cónyuge como podemos ver, sino en una relativa soledad.

Simone de Beauvoir, como muchos saben, tuvo una relación con cierto filósofo, sin embargo no estuvo casada ni tuvo hijos. Si bien es cierto, una relación sobre todo desde el punto de vista sentimental que se le suele adjudicar a las mujeres, evoca romanticismo, conflictos, traspiés, vaivén de emociones y una larga lista de conceptos que implican, al igual que el matrimonio y los hijos, tiempo.

Sin embargo por lo menos en el ámbito literario está la cuestión: el que deseo y lo deseado. El deseo evoca a la persona que lo siente y lo deseado aquello que está lejos, es decir, dos entes distantes y unidos, amados y amados, escritor y musa, escritora e inspiración. Escribir es un oficio aislante, el cual necesita de cierta inspiración, sobretodo si hablamos de poesía. Una escritora enamorada (quizá) no es precisamente la excepción en esta hipótesis como bien podríamos hablar de Beauvoir: relativamente enamorada, relativamente sola, relativamente engañada, y relativamente escritora.

No está de menos mencionar a poetizas, ya en el ámbito sentimental, ya en el tema del deseo e imposible, como Emily Dickinson: su secreto amor imposible, su genio y la soledad hicieron de ella una de las poetizas más renombradas.

Virginia nos habla de un cuarto propio, como símbolo de valorización por parte de la sociedad como iguales a los hombres, de dinero como obstáculo superado y ahora potencializador. Sin embargo esto no tiene caso si la mujer de hoy no posee el tiempo necesario para desarrollarse en una sociedad exigente donde ese aspecto sólo es posible obtenerlo en soledad.

En Un cuarto propio se hace mención de un comentario del género masculino hacia la mujer: que una mujer escriba es como que un perro camine en dos patas, no deja de sorprender pero lo hace mal. Pues bueno, denle tiempo al perro y correrá mejor que el hombre.

Sí, hombres y mujeres no son iguales, por que los roles sociales impuestos no son los mismos, las actividades de una mujer casada no son las mismas que las de un marido y aún al contrario, hoy el varón puede hacerse cargo de los hijos mientras la mujer va a trabajar, pero eso simplemente es un intercambio de tareas en el que el patrón es el mismo, incluso presiento que parejas de un mismo sexo sucedería de cierto modo algo similar.

Y dirán que soy una descontenta, en palabras de Woolf, pero recordando a las mujeres antes citadas, Sor Juna y Dickinson con su respectiva reclusión, las Brontë con su soltería, Curiè con su carrera y viudez, Beauvoir en su unión libre y el respectivo gran éxito y relevancia, escribo admirada y observo: quienes han sido importantes, fueron solas; y quienes quieren ser háganlo mientras o hasta que puedan.

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