miércoles, 21 de marzo de 2012

Culpa

Me atormentaba el recuerdo,
 tenía días sin dormir […] todos los días me seguía un pájaro negro,
se paraba en la ventana y me decía que me iba a morir.[1]
F. Segura.


Sobre la culpa
Ansiedad y turbación son algunos de los síntomas que muestran las personas que han cometido una falta, pues muchos de ellos ‒aún sin testigos‒ son atormentados por los cargos de conciencia.
Cada persona sin importar credo, raza o lengua está instruida bajo un código de conducta que a pesar de sus variantes comparte analogías con el resto del mundo, este código de conducta sirve precisamente para regular la forma de comportarse de las personas, es en él en donde se establece que está bien y que está mal.
En los primeros años de la infancia la tarea primordial de la familia consiste en cultivar los valores y las  virtudes por la que hay que regirse, por otro lado, condenar los actos que no son dignos o que interfieran en la convivencia con los demás. Esto ayudará a los próximos ciudadanos a sobrellevar una vida social sin conflictos o al menos eso es lo que se persigue.
¿Pero qué hay con aquellos que aún teniendo conciencia de lo que no se debe hacer, lo hacen? Bueno, para ellos existen los sistemas ‒algunos rigurosos, otros arbitrarios‒ de justicia que son los encargados de condenar las faltas o los quebrantos a la autoridad, ellos asignan la condena que va desde unas horas tras las rejas, hasta cadena perpetua.
En algunos delincuentes pasan años para que sean capturados por las autoridades, pero en otros ‒que en realidad, creo son muy pocos‒ son ellos mismos los que se entregan y confiesan su delito. Pueden ser muchas las cusas para confesar, pero una de ellas es el remordimiento de conciencia que tras haber perpetrado el crimen o la falta los aflige sin cesar y crea ellos un sentimiento de culpabilidad robándoles la calma.
Se sienten perseguidos, en algunos casos son presa de alucinaciones y trastornos mentales.
Dentro de la literatura el mejor caso que representa esta circunstancia es la novela del escritor ruso F. Dostoievski titulada Crimen y castigo que habla esencialmente de un  joven estudiante que se ve involucrado en el asesinato de una vieja usurera y su hermana. En la novela  se narra con especial maestría los acontecimiento y la manera en que repercuten en el personaje principal creándole conflictos internos que lo torturan a lo largo del relato hasta que por amor a una prostituta decide confesar su crimen, se libera de culpas y recibe el perdón.
Es una novela impresionante que logra capturar los sobresaltos de un delincuente y los muestra al lector con la única razón de que conozca la psicología del personaje. 
Pero eso no pasa sólo en la ficción, sino también en la realidad, hace algunos días un periódico popular publicó una nota que hablaba de una joven que junto con su novio dieron muerte a un anciano  ‒del cual ella era nieta‒  para robarle dinero. Los dos jóvenes después del asesinato estuvieron huyendo, pero él al no soportar la culpa se entregó a la policía argumentando que lo torturaban los recuerdos del asesinato.
Estos casos son ejemplos de como la culpa hace mella en el corazón de quien ha cometido una grave falta, algunos confiesan su delito,  otros por temor a no ser perdonados optan por darse muerte, buscan en ella el consuelo y la paz que la falta les ha robado.
La culpa sin duda alguna es un tema interesante sobre el cual sería fundamental reflexionar.        

Ángel Huerta.


[1] Vázquez, Daniel. ( 2012, 01 de marzo) “Jovencita ayudó a matar a su abuelito”. San Luís Hoy. pp. 28.

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