domingo, 12 de febrero de 2012

Recuerdos


Edna Michel Ramírez Martínez

Nunca me gustó vivir en el pasado, volver a revivir esos recuerdos. Demasiado patético para mí escuchar una y otra vez los viejos romances de mi madre, la historia de cómo se conocieron mis abuelos, entre otras anécdotas que ya no recuerdo. Si me pagaran por cada vez que escucho esas viejas historias de amor, igual no sería rica pero al menos tendría para comprarme un refresco y unas papas. Pero uno no puede decir “de esa agua no beberé”, porque al final de cuentas uno termina tragándose sus propias palabras.

Recordar es doloroso, al menos para mí lo es. Traer su nombre a mi mente me causa escalofríos, pero es inevitable cuando todo hace que me acuerde. No maldigo el día en que lo conocí, ni el lugar donde nos vimos por primera vez, ni la canción que se escuchaba de fondo en ese instante, tampoco odio a mis amigas por haberme dejado sola aquella noche en que la luna brillaba, ni el hecho de haber estado algo ebria en el momento.

Tal vez este tipo de cosas suceden por algo, es como si alguien o algo te observara y se diera cuenta que te valen madre los recuerdos y anécdotas de los demás y que andas por la vida sin complicaciones o, como diría esa canción, “ya lo pasado, pasado, no me interesa”, y el día menos esperado, lo vez y te enamoras como pendeja (o pendejo, todo depende a que bando pertenezca), y vives los mejores momentos, de tu existente vida, pero no recapacitas que estás coleccionando RECUERDOS que en el futuro volverán a tu mente (o a tu corazón, todo depende qué camino tomen) y harán estragos en tu vida o mejor dicho vendrán a joderte por completo y hacerte tragar esas palabras que suenan más o menos así: Nunca me gusto vivir en el pasado, volver a revivir esos recuerdos, demasiado patético para mí.

Siempre fui una romántica de closet (no sé si aún lo sigo siendo, tal vez sí, pero me niego a aceptarlo), soy de las que reniega del amor pero por dentro lo anhela, de las que se inventa una historia de amor para si misma, y la que siempre espera al príncipe azul, Por eso, cuando lo conocí no sé, como que empecé a inventar esa historia de amor, con un chingo de aventuras, paseos por el parque, cenas románticas, y todas esas cosas cursis que uno hace cuando se enamora, y sin darme cuenta coleccionaba más y más recuerdos con fecha de caducidad. Olvídese antes de esta fecha…, pero cuando se está con la persona que uno ama qué maás da lo que pase en el futuro.

Pero lo bueno como lo mano algún día tiene que llegar a su fin y, pues nada, se llegó el fin para los dos. Tratamos de ser indiferentes en la despedida, nos juramos seguir siendo amigos, seguir frecuentándonos y no sé qué tanta pendejada más, pero ya no lo volví a ver, dejé de ir a los lugares que solíamos ir juntos, y al parecer él hizo lo mismo, ya que después me enteré de que él tampoco los frecuentaba más. Dejé de sentarme en la banca del parque, dejé de alimentar a los patos, que ya no eran nuestros, ya no eran de nadie. Dejé de escuchar esas canciones que me cantaba al oído, dejé de soñar con el príncipe azul y comencé a vivir de los recuerdos por más dolorosos que sean. Sé que algún día nos volveremos a encontrar, recordaremos esta historia de amor (si es que se le puede llamar así) y seguiremos con nuestras vidas, porque al final de cuentas solo será un recuento más para contarle a los nietos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario