domingo, 26 de febrero de 2012

Breaking bad: delincuencia con causa

Margarita Orozco Escamilla

No todo es lo que parece. Así podría definirse esta serie que ha cautivado a la audiencia desde su primer episodio, hace dos años.

Walter White, un cincuentón con severos problemas económicos ejerce dos trabajos: uno como maestro de química en una preparatoria y el otro como milusos en un servicio de autobaños, donde lo mismo cobra en la caja que abrillanta rines en el aceitoso y enjabonado patio, algunas veces ante las burlas de alumnos que eventualmente pasan por ahí y lo observan hilarantes realizar labores impropias de un maestro, según sus achatados criterios.

Su entorno familiar no es precisamente típico pues con medio siglo a cuestas está próximo a ser padre, junto con su esposa, Skyler, de un bebé no programado que vendrá a ser hermano de Walter Jr., adolescente con severos problemas motores y de lenguaje, quien a menudo requiere de ayuda por alguno de sus padres en tareas tan sencillas como subirse los pantalones, lo que no le resta encanto y sencillez y lo hace poseedor de una innata ternura. Su padre interviene en su defensa cuando el chico es objeto de las burlas de jóvenes físicamente sanos. Va a clases como todos los de su edad y no se siente especial ni diferente, al contrario: es un joven dulce que ama y respeta a sus padres.

Su sagaz esposa, preñada, trata siempre de complacer a un marido que las más de las ocasiones está cansado, debido sobre todo una tos fúrica y rabiosa. Aun con su embarazo Sky trata de ser agradable a él y no perder el hilo de la comunicación entre ambos, Walter de repente se ve rebasado por las presiones laborales en una escuela donde los chicos no quieren aprender y en un auto baño en el que su jefe es un tirano insensible, además de los malestares cada vez más frecuentes que experimenta durante las horas laborales.

Tiene Walter un cuñado que trabaja en la DEA capturando con eficacia a productores, distribuidores y traficantes de estupefacientes y es sumamente efectivo en su cargo, al grado de que sus jefes le demuestran el aprecio por su trabajo promoviéndolo y premiándolo cada vez que atrapa en su red un pez gordo. Este cuñado, ufano de su labor policial, cuenta cándidamente que es infinita la cantidad de dólares que se puede generar en el negocio de las drogas.

Un día como tantos en el autobaño, Walter cae inconsciente y es llevado en ambulancia a un hospital donde le realizan estudios que revelan su estado: cáncer de pulmón. Se siente abatido por tan nefasta noticia pero la oculta a todos. Su pesar es grande, ya que está a punto de ser padre por segunda vez, no cuenta con Walter junior para hacer frente a las responsabilidades implícitas cuando él llegue a faltar y opta por no comentarlo a su esposa, ya que teme que eso afecte la salud, tanto de ella como del bebé por nacer.

En una redada en que Walter acompaña, en calidad de mirón a su cuñado, una operación de captura a un fabricante de estupefacientes, observa ataviado con chaleco antibalas desde el asiento trasero del vehículo cómo llegan agentes de la DEA comandados por su cuñado, a someter a un delincuente por la vía del elemento “sorpresa”. De una ventana de los altos de la casa vecina es lanzado un joven desnudo y tras él su ropa. Walter lo reconoce como ex alumno problemático y nada aplicado en estudiar, involucrado en la venta de enervantes además de consumidor regular de estupefacientes. En ese mismo instante Walter fragua el plan de lo que será lo que le quede de vida antes de morir: a merced de sus vastos conocimientos de química, se dedicará a producir drogas y asociarse con el joven para que éste, conocedor del oficio de colocación y venta, las distribuya. Todo con el, lícito para Walter, objetivo de dejar protegida a su familia en cuanto él falte, por lo menos en el aspecto monetario.

A partir de ese momento empezará una doble vida para Walter que caminaré entre su rutina habitual y la nueva modalidad como delincuente. Una sociedad en la que el químico producirá drogas de la más alta calidad y el traficante realizará la distribución sistemática del producto, con todas las vicisitudes, desacuerdos, rivalidades, miedos, peligros y sobre todo infracciones a la ley que conllevará la siniestra pero altamente productiva mancuerna, sin olvidar que su cuñado está metido hasta las orejas en la búsqueda y eficaz captura de delincuentes del ramo a que ha decidido dedicarse el atribulado Walter, y sin dejar a un lado que su ex alumno no se distingue por ser propiamente inteligente o rápido de respuesta.

Juntos enfrentarán un sinfín de aventuras a cual más peligrosas, como asesinatos, amenazas de muerte, sobresaltos indecibles y sobre todo para Walter, honesto jefe de familia, la incursión en terrenos de alta exposición de la vida, todo a escondidas de sus seres más cercanos, razón por la que tendrá que estar siempre inventando toda serie de argucias y argumentos para hacer que su conducta parezca normal, aunque de ello nada tendrá su comportamiento a partir de iniciado el negocio de los barbitúricos.

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