Marina Cabrera Vázquez
-
¿Me dolerá
mucho?
-
No, sólo
sentirás el primer pinchazo, ya lo demás no lo vas a sentir.
-
Tengo mucho
miedo, no quiero desangrarme.
-
No dejaré que
lo hagas, tú tranquila que en esto ya tengo experiencia.
La joven calla sobre aquella cama de sábanas floreadas; las cortinas están
completamente cerradas, y aunque intente desviar su mirada con los grumos que
se formaron con el yeso sobre el techo, el primer pinchazo le desgarra el alma,
el dolor insoportable la hace gritar.
-
Quieta,
quieta que te puedo lastimar, no te me vayas a mover por ningún motivo.
-
Es que me
duele mucho.
-
y te va a
doler más si te sigues moviendo, si no estuvieras tan cerrada podría hacerlo
más rápido.
-
Debí tomarme
la pastilla.
-
Debí, debí,
lo que no debiste fue abrirle las piernas a cualquiera; hombres, les bajan el
cielo, les meten la pata y terminan dejándolas panzonas y solas, a ver si a la
próxima te fijas con quién… ya está.
El chorro de sangre de inmediato brotó como fuente, y la niña asustada al
verlo perdió el conocimiento.
No se sabe cuánto tiempo después:
-
Ya salió todo
¿lo quieres ver?, ahí stá en la bolsa de plástico, ya lo tenías retegrandote,
me costó un buen de trabajo sacarlo todo, a pedazos, pero salió. Me vas a tener
que pagar más eh, porque esto no te lo hubiera hecho cualquiera y menos con lo
panzona que estabas.
Con un palidez completa se quedó observando la bolsa negra por unos
momentos, apretó los labios y regresó la mirada
hacia la vieja curandera que le había “ayudado”.
-
¿Cuánto le
voy a deber?
-
Cien más de
lo que te había dicho, y mira que te lo estoy dejando barato, nada más porque
te veo bien escuincla. Ya te puedes poner tu ropa. ¡Ah!, casi lo olvidaba, vas
a tener que ponerte una toalla por un tiempo, porque el sangrado te va a
continuar, tal cual como si anduvieras en tus días.
Itzel tomó la falda de colegiala, los calzoncillos con estampado de
corazones y se vistió, sin querer mirar
de nuevo la bolsa plástica de la esquina. Sacó de su chamarra el dinero, se lo
dio a la anciana, y adolorida salió sin llevar con ella nada más que su propia
existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario