Aura Fuentes
Uno se harta de ser adulto, bueno
intenta serlo, y es que de pequeño uno piensa que la vida es tan sencilla, ya
quisiera volver a esos días en los que solo me preocupaba en llenar mi álbum de
estampitas de los Simpson, comprar con un peso la tienda entera, sentirme
poderosa y gloriosa con la colección completa de tazos de pokemon, comprar las
cajitas de sonric´s solo por el muñequito, temerle a la bruja que vendría en la
noche por mí , porque me había portado mal y no a la tesis ni a encontrar un
trabajo para poder sobrevivir en la vida.
De pequeña nunca soñé con ser
princesa, más bien era de los que la rescataba de una malvada tortugota, bueno
al menos lo intentaba porque al final de cuentas el que la rescataba era mi hermano, me gustaba jugar con mi hermano a los caballeros del zodiaco, o a los power rangers, en los festivales del kínder siempre fui la niña que obligaban a disfrazarse de
payasito porque su mama no la quería disfrazar de gatito, y en halloween de
vampiro porque de nueva cuenta rechazaban disfrazarme de gatito (un gran trauma
en mi vida por cierto), yo siempre quise ser la “Gatibula” y mi hermano el
“Baman” quería hablar con los gatos, tomar leche en un tazón, y ronronear por las noches.
En las noches cuando me leía mi mamá,
me gustaba cuestionarla sobre porque caperucita iba a ver a su abuelita sola,
porque el gato con botas hablaba, porque nunca se derretía el castillo de la
princesa de hielo, porque el diablo era malo y rojo, porque era feo el patito
feo, hasta fastidiarla y terminara diciéndome “por magia de una bruja buena, ya
duérmete”
Mi vida no se complicada en
pensar en el amor, a esa edad todo es tan distante, mis parientes no se
encargaban de cuestionarme acerca del porque no tengo novio, si no pienso casarme,
porque no tengo hijos, quería ser doctora, policía, secretaria, viajar por el
mundo, quería ser un gato.
Tenía un patético miedo hacia las
estrellas detestaba salir por las noches, pensaba que eran ovnis que noche tras
noche me observaban, mis vecinos me aterraban con el fin del mundo, creía que
mis muñecas cobraban vida en la noche y jugaban mientras dormía, bailaba todo
el tiempo, no paraba de hablar, usaba vestidos y creía que la vida no podía ser
más perfecta, pensaba que el futuro nunca llegaría y eso me hacía muy feliz.
Volver a la infancia es
imposible, vivir de los recuerdos como ya lo había dicho en un texto anterior es algo patético, pero es
bueno recordar de vez en cuando que alguna vez fui una niña demasiado inocente
y extremadamente feliz.
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