Paloma
Ruiz Esparza Puga
“Al diablo la universidad, quiero
ser actor porno”; “al diablo la universidad, quiero ser gigoló”; “al diablo la
universidad, yo quiero ser una zanahoria”; “al diablo la universidad, buscaré
las esferas del dragón”; hace tiempo vi estos títulos en facebook. Son
chistosos y a la vez decepcionantes.
No he hecho la tarea. En realidad no sé
cómo hacerla. Dirán que soy floja y que nunca pongo atención a la clase, pero
no es cierto. Bueno, cómo explicarlo…
Laura, mi mejor amiga, fue a un nuevo
antro el sábado y no ha parado de hablar sobre cómo se perdió en alcohol y
sigue sin entender cómo demonios llegó a su casa; Roberto no deja de darle
palmadas en la cabeza a Luis para que le pase la tarea; atrás, en el último
asiento a la derecha está sentado el “raro”, ése no habla con nadie y siempre
está moviendo su mano extrañamente debajo de su pantalón; en el primer asiento
de la tercera fila se encuentra la que se cree diva siempre peinándose y
viéndose al espejo.
Son las 7:30 y la prefecta entra al
salón a gritar como una desquiciada que nos callemos, que parece que estamos en
un mercado. Tiene unas gigantescas ojeras que le llegan al comienzo de sus
mejillas, su voz suena muy desgastada. Se aleja. Nos callamos por un minuto y
volvemos al “mercado” habitual.
Son las 8:00 de la mañana y la música
de los celulares nos obliga a gritar a todos para podernos escuchar. Esto va
más allá de un mercado. La prefecta regresa pero ahora con una regla de fierro
en mano y una libreta donde apunta las incidencias. Cuando hace esto nos da
mucho miedo a todos y logra mantenernos callados por quince minutos después de
darnos el aburrido sermón de siempre:
- Muchachos, si no tienen nada qué
hacer pónganse a leer… Bla bla bla. Sus papás hacen mucho esfuerzo para
pagarles su educación bla bla bla.
Ya son las 8:45 y al fin llegó el
maestro, aunque entramos a las siete de la mañana. Le pido permiso para ir al
baño y me contesta con un aliento fuertemente alcoholizado que vaya rápido
porque nos queda muy poco tiempo de clase. Cuando regreso al salón el maestro
ya no está y sólo ha puesto en el pizarrón la tarea para mañana.
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