El silogismo de inferencia o ilación puede ser
mediata, cuando el entendimiento se descubre mediante el nexo: El ser espiritual es inmortal. El alma humana es espiritual. Luego, El alma humana es inmortal. Y también,
El alma humana es expectante y
expectada, por eso busca, arguye, pues no encuentra pronto un lugar, un
espacio, un momento, una semana santa que le haga aislarse de todo el vulgo.
Ella −el alma− no puede tener un lugar,
pues lo inmortal es eterno y sin sitio fijo.
Son
innumerables los tratados y asuntos que hablan sobre el alma. Qué si tiene un peso,
que si va al cielo o se queda en México, que el alma no existe o que es el
anima de nuestro cuerpo. Los hay también quienes dictan alimentar el alma para
que sea más grande, a esos les llamamos magnánimos; y a quienes son bajos y
miserables y no alimentan su alma, se les denomina pusilánimes. No es sencillo
departir de tal colosal asusto que me ocupa, pues es un contenido transparente.
Pero el hombre sabio y creativo a todo
aquello que no puede ver lo hace aparecer, todo aquello que no puede decir, lo
poetiza, todo aquello que no quiere olvidar, lo recuerda o representa, pues
existe en el hombre una necesidad de alimentar: la vista, la palabra, el oído,
el vientre y todo lo que se pueda alimentar lo alimentamos, incluso el alma. Y
entonces el hombre se crea una creencia creadora, a veces cretina y pretora.
Pues pensamos acariciar el cielo con
ritos curiosos y reparamos en que tan solo lo rasguñamos, luego así, aquello transparente lo vuelve tono sepia y
se alimenta el alma con aspirinas cada año. No importa lo enferma que este el
alma, y lo desnutrida que se encuentre, estas aspirinas anules y santas le
ayudan a no morir, luego el alma humana es inmortal.
“Y es de tan alta excelencia aqueste sumo
saber, que no hay facultad ni sciencia que le puedan comprender” (san Juan de la
Cruz). Así que todos los ritos del septenio santo ayudan alimentar el alma,
ayudan a sanar, así sean mal vividos o bien vividos, pues estos ritos son el
alimento creado para cada alma, para las grandes y las pequeñas almas, pues
ante algo que no podemos ver, lo transparente; le ofrecemos algo que si se
puede observar, lo opaco, los ritos humanos. Pues vivimos como ya dijo san
Platón en un mundo de sombras, lo inmortal, lo eterno, no esta en esta caverna.
Aunque éste saber sea tan sumo que no habrá ciencia que lo comprenda. ¡Dichoso, bienaventurado mil veces quien
pudiera contemplarla directa, pura y desnuda! Amarás entonces una idea: la Idea. Los sentidos te habrán sido
tránsito para llegar a lo que sólo se gusta con el alma. (Alfonso Reyes)
La
tradición y celebración de la semana santa ha llegado muy lejos, pero no
sabemos: ¿hasta dónde es muy lejos?
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