Casi
nunca suceden cosas, un hombre cruza el estrecho de los
Dardanelos, un señor asume la presidencia en Australia,
la peste diezma una región de la India, y nada
tiene
importancia
para uno […] es horrible, pero es así.
—Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sabato
El desinterés humano en lo que sucede, sin importar las distancias, es un proceso mental que ha aumentado con la alienación del
mundo causada, paradójicamente, por medios de comunicación masivos como la
televisión y el internet. Así mismo, el pensamiento colectivo que ha crecido
con el tiempo “otra persona se encargará”, causa y consecuencia de un nuevo
brote global de pesimismo, hacenme necesaria la planteación de la siguiente
pregunta: ¿Para qué informar?
Durante los siglos xvii y
xviii el diario fungió el importantísimo papel de apoyar
movimientos, como lo fueron la revolución francesa y las
independencias americanas. En el siglo xix
aún, su utilidad fue notoria en información que ayudó a elevar los ánimos en las
guerras mundiales y, a nivel nacional, en la revolución mexicana. En resumen,
otrora los medios servían a exaltar sentimientos y sensaciones que llegaban a
mover gente en cualquier parte del orbe. Hoy día probablemente el único residuo
de esta flema libertaria es el del virus revolucionario que invade a medio
oriente, ocasionada por una publicación en internet.
Enfoquémonos en México:
las noticias recurrentes hoyen nuestros medios, mal redactadas unas, falseadas
otras y refutadas muchas, giran en torno a dos rubros: el narcotráfico y las
elecciones. Como una respuesta al primer tema nacen las pequeñas notas sobre
marchas y manifestaciones que, y con perdón si toco sensibilidades, se centran
en que-calles-no-tomar para evitarla y no en la causa misma de su existencia.
Ya no hay rostros que nos inculquen a razonar, sólo hechos que nos invitan a
lamentar y sentarse.
Pero ¿Qué esperar de
unos medios mandados por un gobierno, más despotismo que democracia, cuyo fin
no dista tanto del de Oceanía en 1984?
Y aquí recuerdo un relato sobre la muerte de Colosio, en que un noticiero se
atrevió a contradecir la versión oficial. Rodaron cabezas. Ahora también han
empezado a acordonar el área de seguridad, lo que el pueblo debe conocer y los momentos en que lo debe saber. Piénsese en los más de ochenta periodistas
muertos desde el año 2000 (cuya lista hasta agosto del 2011 anexo) o en la
prohibición del IFE a un debate preparado por televisa para los entonces
precandidatos.
La respuesta del pueblo
a estos hechos han sido manifestaciones que se evaporan a las tres de la tarde
y otras recónditas entre bites de información, que reclaman desde un servidor
en tweets de 140 caracteres y un poco más grandes en otras redes sociales.
¿Para qué informar si
nunca sucede nada?
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