Hugo Enrique Torres Loredo
Los temas que las féminas tratan en la literatura son variados, pero en todos ellos imprimen un sello especial que hace de sus obras sean inconfundibles y llenos de una magia no menos ni superior a la de los escritores, simplemente diferente.
Uno de los temas que más ha llamado mi atención es la manera en que las escritoras se acercan a la religión.
La Décima Musa escribió sonetos dedicados a Jesucristo, pero poniéndolo en un pedestal en que ni sus letras lo tocaban, se acercaba a él a través de otros personajes como es el caso de:
Firma
Pilatos la que juzga ajena
sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que, firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena,
que con el vil temor, ciego, no advierte
que carga sobre sí la infausta suerte
quien al Justo sentencia a injusta pena.
¡Jueces del mundo, detened la mano!
¡Aún no firméis! Mirad si son violencias
las que os pueden mover, de odio inhumano.
Examinad primero las conciencias:
¡mirad no haga el Juez recto y soberano
que, en la ajena, firméis vuestras sentencias!
sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que, firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena,
que con el vil temor, ciego, no advierte
que carga sobre sí la infausta suerte
quien al Justo sentencia a injusta pena.
¡Jueces del mundo, detened la mano!
¡Aún no firméis! Mirad si son violencias
las que os pueden mover, de odio inhumano.
Examinad primero las conciencias:
¡mirad no haga el Juez recto y soberano
que, en la ajena, firméis vuestras sentencias!
AL OÍDO
DEL CRISTO
Cristo, el de las carnes en gajos abiertas;
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!
A la cabecera de sus lechos eres,
si te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.
No te escupirían por creerte loco,
no fueran capaces de amarte tampoco
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.
Porque como Lázaro ya hieden, ya hieden,
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!
Cristo, el de las carnes en gajos abiertas;
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!
A la cabecera de sus lechos eres,
si te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.
No te escupirían por creerte loco,
no fueran capaces de amarte tampoco
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.
Porque como Lázaro ya hieden, ya hieden,
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!
El genio literario de Gabriela Mistral ha sido duramente cuestionado, y el Nobel de literatura con que fue galardonado, el primero para América, también ha sido desacreditado. Todo lo contrario con la sólida y creciente influencia literaria de que goza la mexicana Sor Juana.
En este artículo no es mi intención asegurar o negar la fama de ninguna de ellas, simplemente quiero hacer notar que los temas siguen siendo similares, pero, lo que ha variado es la manera en que lo divino es tratado. Mistral le da a Jesús una humanidad que Sor Juana no se atreve siquiera a tratar.
Como conclusión diría que las escritoras, al igual que todas las mujeres, al menos de occidente, se están liberando de pudores y tabús, volviendo su literatura más humana, más libre, más femenina.
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